
Los especialistas venezolanos de salud mental llaman al comportamiento de los niños que han tenido que separarse de sus padres, que emigran buscando una mejor calidad de vida “luto migratorio”.
La crisis económica del país ha provocado un éxodo asombroso: 3 millones de refugiados y migrantes a partir de noviembre, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. Están huyendo de la pobreza, el hambre y la falta de acceso a la atención médica adecuada que se ha convertido en un sello de la vida cotidiana. Y muchos de ellos han dejado atrás a los niños.
“Ocurre especialmente en familias pobres de Venezuela que no tienen las condiciones económicas para migrar en general”, dice Fernando Pereira, fundador de Community Learning Centers (Cecodap), una agencia no gubernamental que promueve los derechos de los niños en Venezuela.
Después de encuestar 1,000 hogares con la ayuda del encuestador privado Datanálisis, Cecodap concluyó que al menos 600,000 niños y adolescentes han visto a uno o ambos padres mudarse a otros países para mejorar su economía. Los niños suelen ser atendidos por abuelos, parientes cercanos, amigos y vecinos.
Este fenómeno no es exclusivo de Venezuela. Verena Knaus, asesora principal de políticas sobre migración en UNICEF, enumera muchos ejemplos en todo el mundo, como los aproximadamente 9 millones de niños “dejados atrás” en Filipinas con uno o ambos padres trabajando en el extranjero.
Estudios de otros países han mostrado una mezcla de impactos en los niños que se quedan atrás. De alguna manera, están mejor que sus compañeros debido al dinero que se envía a casa. Knaus dice que pueden tener “una ventaja sobre los niños no migrantes en términos de salud física”, por ejemplo. (Aunque si son dejadas al cuidado de abuelos con poca educación, ese no es el caso, dice ella).
Los niños que quedan en Venezuela a menudo son deprimidos y hostiles, dice Irma Peña, una psicóloga que ve a docenas de niños cuyos padres se han mudado a otros países. Ella trabaja en el Hospital de Especialidades Pediátricas en Maracaibo, una ciudad de 3 millones en el noroeste de Venezuela.
Estos niños, dice ella, pueden perder interés en la escuela o la higiene personal. Ella ha visto a niños que se están mordiendo las uñas, teniendo episodios de llanto e incluso mojándose los pantalones. Pueden mostrar cambios de humor repentinos o volverse desobedientes, dice Peña.
María Alejandra Ramírez, psicóloga y terapeuta familiar, agrega que los niños pueden comenzar a pelear con amigos de la escuela e incluso con la persona que los cuida en ausencia de sus padres.
La tecnología que permite el contacto regular es extremadamente útil, dice ella. Pero solo hasta cierto punto, especialmente en países donde los servicios de electricidad e internet no son confiables, como Venezuela.
Fuente: NPR National Public Radio