
Livia Garcia, administradora y su esposo Franklin Reyes, economista, decidieron estudiar fotografía y en ese camino de aprendizaje surgió un proyecto que les permitió dejarle a los habitantes de Caracas un registro fotográfico para conocer y enamorarse de cada rincón de la ciudad 25 de 451 años.
Caracas se Viste de Novia fue su bebé, concebido ante el desconocimiento de amigos y de ellos mismos de los espacios que guarda la ciudad capital de este a oeste.
Puede ser típico en esta época una sesión de fotos de boda en Los Roques, la isla de Margarita y hasta la Gran Sabana, por cuestiones de moda, gusto y hasta seguridad. Lo cierto es que no es muy común ver a una novia fotografiarse en la plaza Bolívar o en laOleary, El Calvario, el 23 de Enero o Petare, entre otros lugares a los que llegó Caracas se Viste de Novia en búsqueda de engalanar los espacios para enamorar a los espectadores.
Monumentos, edificaciones, barriadas y sus ranchos, murales, historias, leyendas, costumbres, urbanismo, gentilicio y hasta factores climáticos, son detalles para enamorarse y arraigarse a lo propio, a la Caracas de colores, a esa que tal vez ya no vemos de forma tan clara porque está hundida en la crisis, pero que sigue firme y presente en el corazón de los que están y de los que se han ido a otras tierras en búsqueda de nuevas oportunidades.
Todo comenzó para Livia y Franklin como un regalo a la ciudad antes de dar ese paso que muchos venezolanos han dado hacia otras fronteras, pero terminó siendo además de un obsequio a la capital, una gratificante experiencia que les dejó aprendizajes, querencias y nuevas amistades.
Con bajo presupuesto, financiaron los vestidos, estilismo, maquillaje, arreglos florales, transporte y equipos audiovisuales, todo con sus salarios de empleados, un proyecto de como vaya viniendo vamos viendo, sin apoyo del Estado, alguna ONG o algún patrocinante.
Compraban y vendían vestidos usados a medida que los iban fotografiando. En otros casos lograron conseguir chicas recién casadas a las que les regalaban la sesión a cambio de que sirvieran como modelos y les permitieran usar sus trajes.
Un total de 30 lugares en 18 sesiones fueron captados por los lentes fotográficos de Livia y Franklin:
El Casco Histórico, El Calvario, 23 de Enero, plaza Francia, Centro de Arte La Estancia, plaza Miranda, plaza Oberón, Los Próceres, teatro Teresa Carreño, UCV, Nuevo Circo, Galería de Arte Nacional, Parque Los Caobos, plaza de los Museos, Chacao, Petare, Fragmentos de lluvia para Caracas, Ccct, Esfera de Soto, El Silencio, plaza Diego Ibarra, plaza Oleary, El Hatillo, El Junko, El Junquito, Abra Solar, Mural de Zapata, Sabana Grande, Asamblea Nacional y el aeropuerto de Maiquetía.
Muchas veces les tocó adaptarse a factores que surgían, como lo concurrido de un lugar, fobias de las modelos, conseguir participantes, horarios complicados, personas en situación de calle que les abordaban en las sesiones, difícil acceso a lugares con una tilda política o en los que la inseguridad reina, negativas militares o de personal de seguridad y hasta un fenómeno climático que afecto la ciudad capital en 2016 que daba un tono naranja en los paisajes después de ciertas horas del día.
Livia y Franklin viven desde hace algún tiempo en República Dominicana junto a su hijo. Partieron enamorados de su tierra como muchos de los que abordan un avión, bus o deciden caminar en búsqueda de mejores oportunidades y dejando sus querencias.
La belleza desde lo histórico y lo popular, lo romántico y lo urbano, lo arquitectónico y la naturaleza fue captada por estos fotógrafos que se trasladaron de este a oeste por la capital de Venezuela para impactar y enamorar a los que admiran a Caracas, esa ciudad que se vistió de novia y que hoy día espera poder tener en sus brazos a esos amores que partieron dejándola como aquella famosa historia de la Loca del muelle de San Blas.
Fuente: www.caraotadigital.com