
Cuando cambias de país debes estar dispuesto a aprender cosas nuevas y a adaptarte al sitio al que vas, además, no podemos pretender que todo sea como lo era en casa.
Si te marchas, debes tener presente que las costumbres serán otras, que la cultura será diferente, que la comida será distinta… Y que tú mismo cambiarás.
Ser extranjero es algo que te marca para siempre porque eliges el camino de los inicios constantes. Emigrar es empezar desde cero, una y otra vez.
La migración te lleva a replantearte todo, incluso lo más básico: ¿Quién eres? Ese que dice cuál es tu identidad, qué es lo que te define.
Entendiendo identidad como la capacidad de seguir sintiéndote tú mismo a través de los cambios, ese sentimiento de continuidad al reconocer tu cuerpo, tu historia, las representaciones de ti mismo en el tiempo, así como los roles que has desempeñado y los vínculos que has construido.
Ahora, cuando nos enfrentamos a un cambio tan grande como el que representa la migración ¿Cómo se ve alterada esa identidad?
Durante un tiempo, puede ser difícil reconocerte entre tanto cambio, y toma tiempo poder reconstruir esas partes de ti mismo.
Ya nunca serás el mismo, porque lo que se reconstruye es una nueva identidad, donde habrás incorporado a lo que ya eras, nuevos roles, nuevas relaciones y nuevas representaciones de ti mismo.
Logra un esfuerzo por ocuparte, integrarte y abrirte espacios
Así que debes buscar involucrarte en distintas actividades que te permitan sentir que trabajabas en pro de tu adaptación e integración.
Se sabe que implicaba un esfuerzo, porque un sentimiento tan desmoralizante como el que estamos hablando puede hacer que sientas que la tristeza se extiende, la nostalgia y la soledad crecen, y puede llevar a un aislamiento.
La sensación de perder roles anteriores puede generar un rechazo por asumir nuevos roles en el lugar al que emigraste. Todos estos son peligros con los que los que emigramos nos enfrentamos.
A partir de ahí es donde puedes involucrarte en distintos espacios creciendo progresivamente en lo laboral, social y personal, donde debes buscar poder dar ese valor agregado, que es tuyo, que está ahí y te hará una persona y profesional más valiosa, más capaz.
Más que emigrar es un reencuentro contigo mismo
La persona que emigra lucha por encontrarse a sí misma en el nuevo lugar. Reconocerse y sentirse él mismo nuevamente. Esta lucha se convierte casi en una lucha de autopreservación.
Esa necesidad de buscar cierta continuidad de quién eres, activará tu creatividad y te permitirá abrirte a nuevas ideas y reconocer aspectos de ti que vendrán a ampliar quien eres.
En la migración podrás verte enriquecido en dos sentidos.
1. Cuando logras rescatar y preservar lo valioso que trajiste de tu lugar de origen y darte cuenta de que te acompaña siempre y… 2. El momento en que logras integrar eso que has traído contigo, con las nueva realidad que estás construyendo en el lugar al que emigraste.
Poder separar ambos espacios, y darles un lugar en tu interior facilitará que se reduzca el temor a perderte en la migración y progresivamente te ayudará a ir asimilando todo lo que te ofrece el nuevo lugar.
Cada persona vive su migración de forma diferente
La historia personal, las características de personalidad, las razones y circunstancias por las que se emigró, harán que el tiempo y la forma en que se viva el duelo migratorio sea particular. No es un camino fácil y es un camino de altos y bajos.
Es indispensable que cuente con personas que puedan apoyarte cuando lo necesites. Además también es importante que ahora espacio para sentir las emociones propias que da este proceso migratorio.
Contamos siempre con especialistas que te ayudarán en el proceso, escríbenos info@voyaemigrar.com