
La vitamina D se puede obtener a través de la alimentación, de suplementos nutricionales o sintetizándola por la piel exponiéndonos al sol, así que más del 90% de los depósitos corporales de la vitamina D dependen de la síntesis cutánea a través de la exposición solar y basta con una exposición diaria de entre 10 y 15 minutos en cara y brazos en las primeras horas del día para conseguir los niveles adecuados sin riesgos.
Regula los niveles de calcio y fósforo en la sangre, contribuye a la formación y la mineralización ósea, influye en numerosos procesos fisiológicos, especialmente en los relacionados con el sistema inmune, y previene trastornos cognitivos como la enfermedad de Alzheimer.
La principal función de este valioso micronutriente es la de promover la absorción intestinal del calcio y el fósforo de los alimentos y la reabsorción del calcio a nivel renal. Así, la vitamina D contribuye a la formación y mineralización ósea, siendo “esencial para el desarrollo del esqueleto”.
Existen tres formas de obtenerla: a través de la alimentación, de suplementos nutricionales o sintetizándola a través de la piel exponiéndonos al sol. Prácticamente ningún alimento aporta la cantidad necesaria “a menos que se hayan añadido artificialmente”.