
Miran a través de la ventana de un autobús y saben que atrás dejan todo lo conocido y lo propio: los suyos, su arraigo, su tierra, su país. Miles de venezolanos se juegan todo en un viaje en busca de la esperanza que, aseguran, perdieron en la Venezuela gobernada por el presidente Nicolás Maduro.
Según ACNUR, entre 4000 y 5000 ciudadanos venezolanos emigran diariamente a través de las fronteras terrestres entre Venezuela, Colombia y Brasil. Un éxodo masivo y acelerado. Según esos cálculos, al culminar 2018, 1.8 millones habrían emigrado con rumbo a los destinos más australes de Sudamérica.
Muchas son las historias de los venezolanos que atraviesan parte del continente en autobús. Sus periplos, llenos de obstáculos físicos y emocionales, duran entre 5 y 18 días, para llegar y establecerse en Argentina, Chile, Perú o Guyana.
Naila Gil, inmigrante venezolana señala “Yo creo que la televisión realmente muestra la mitad, la mitad de lo que realmente sucede”, asegura Naila Gil, una venezolana que cruzó la frontera entre Venezuela y Brasil con el objetivo de llegar a Guyana, sin importar la disputa por territorio que ese país mantiene con Venezuela desde 1899.
Hasta allá la condujo su viaje en busca de la esperanza, su determinación tampoco flaqueó durante el viaje que emprendió en medio de señales de que su nueva vida no sería fácil. Y aunque su adaptación ha sido tan difícil como las carreteras que la condujeron a Georgetown, mira en retrospectiva y concluye: “por supuesto que vale la pena, porque mi país es un infierno”.
Cada una de estas almas lleva consigo un drama, para Julio Guarinám su vida dio un giro luego de su travesía hacia Buenos Aires, Argentina. No por el viaje de 18 días que tuvo que hacer, ni por los ocho kilos que perdió mientras trataba de llegar a su destino, sino porque atrás dejó a su esposa y sus hijas.
En Argentina, uno de los países más lejanos en el continente de su país natal, y ahora destino de miles de venezolanos, este padre de familia trabaja 14 horas al día para completar, finalmente, el objetivo de su desplazamiento: traer a su familia con él.
Ese camino ya lo recorrió Josepht Herrera. Él viajó desde Maracay, Venezuela, hasta Santa Elena de Uairén, en la frontera con Brasil. Desde ese lugar emprendió un viaje que lo llevó a su destino final: Santiago, Chile. Pero fue sólo cuando arribó al territorio que lo acogió, que pudo dejar atrás el amargo recuerdo del robo del que fue víctima en su propio país, y que lo “quitó todo”, excepto a su familia.
Este fue, justamente, su incentivo para no desistir de su meta, meses después de trabajar a dobles jornadas, finalmente pudo recibir a su esposa y su hija en territorio chileno.
Fuente: voanoticias.com